Libros, ensayos, música

¿Por qué escribir algo en esta hoja en blanco? ¿Por qué y para qué transmitir, compartir o sacar de mi cabeza con mis manos como instrumentos? Pienso (¿o siento?) que mi cuerpo es un embudo. Mi cabeza es la parte superior que se ha llenado de ideas, sentimientos, prejuicios y recuerdos. Libros leídos, pasajes memorizados. Textos no recordados. Vivencias, viajes, familia, es mi herencia. Mi país, su comida, su clima. Viajes. Aspiraciones, resentimientos, envidias, vicios y virtudes. Esfuerzo y holgazanería. Acciones que me llenan de orgullo; otras de vergüenza. Transpiración. Esfuerzo y expectativas. Decepciones. Sorpresas. Revistas, cuentos, novelas. Unos pocos poemas. Otro poco de ciencia y otras curiosidades que entiendo a medias, parcialmente o de plano, nada. Un poquito de filosofía. Algo más de historia. Entrevistas, gimnasio, box, carreras. Mis hijos. Mi esposa. Mis papás. Mis amigos. Mis demás parientes. Y a esta lista incompleta, hay que multiplicarla por dos (¿o por un número más grande?), porque sólo me acuerdo de que lo que tengo consiente. Hay que sumarle la otra parte inconsciente. Esto es lo que pienso (¿o siento? ¿o los dos?) que hay aquí guardado. Tal vez sería mejor decir, contenido. Y mis hombros, brazos, manos y dedos son la falange tapada por la que no sale nada, hasta que decidí tomar papel, lápiz, una computadora, un teclado y una pantalla. Comenzó a fluir toda una serie de ideas. Algunas buenas. Otras no tanto. Muchas de plano malas, muchísimas pésimas. Otras merecen ser pensadas, pulidas, refinadas. Y finalmente convertidas en texto para ser leído. Para que otras personas las lean. ¿Para qué querrán leerlas? En mi cabeza ensimismada, para que sepan quien soy, no sólo hoy, sino por los siglos de los siglos. Por la misma razón por la cual desde el inicio de nosotros, hubo gente contando historias. Difícil saber y entender su percepción de la trascendencia. Pero, con un poco (tal vez mucha) suerte, muchas historias siguen presentes y se mantienen relevantes. Tal vez quiero ser la voz de mi generación. Qué arrogante. O simplemente un conversador más, con alguien que me escuche. Usar mi tiempo para recrear una profesión. Y, como el maestro alfarero o artista, practicar hasta sentir que lo hice mejor. Tal vez mejor decir que hice algo que es un poquitito mejor que lo que había hecho antes. Y que a alguien le interesará escuchar o leer el orden que le di a algunas palabras. Si importar si trascienden o no, soy yo. Y tal vez de mi tiempo vivo en esta tierra. Reflejo de mi momento. De la gente de mi edad. Un grano de arena en un mar. Y, ¿para qué? No lo sé. Si no lo intento, nunca lo sabré. No es, y probablemente no será, la única vez que hago algo nuevo.

Ideas.

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