Me asomo por la ventana. Subo la mirada y veo nubarrones. Tengo frío. Los rayos preden el cielo. Todavía no llueve aquí. Escucho las olas. Rompen abajo con fuerza. Lo escucho claro. Un banderín rojo en la playa. Nadie se asoma. El acantilado a un lado. Los pájaros escondidos. Pocas luces prendidas. Sigue tronando el cielo. Se ilumina todo. Cuento los segundos. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Truena. Suena quedito. Suena cada vez más fuerte. Truena duro. Silencio. El silencio es parcial. Escucho el aire correr. El sonido del aire sale por abajo de la puerta. Se cuela también por una ventana.
Aquí todavía no llueve. Es normal en esta época. Lo que no es normal que pasen enfrente tantas tormentas y tan seguido. ¿Será lluvia pasajera? ¿Durará toda la noche? ¿Volverá a inundar las calles? ¿Serán todas o sólo algunas? ¿A quién le da gusto? A pocos. ¿A quién perjudica? A muchos. ¿Siempre fue así? Siempre. ¿Siempre será así? Siempre.

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